Ataques de pánico: síntomas, causas y tratamiento

Los ataques de pánico se presentan como un episodio de miedo, ansiedad e incomodidad intensos, a menudo acompañados de síntomas de naturaleza física, como dificultad para respirar, opresión en el pecho, dolor en el pecho, mareos y taquicardia.

Este trastorno puede presentarse como un evento aislado o, por el contrario, repetirse en períodos sucesivos.

Por lo general, de corta duración, a pesar de su fuerte impacto emocional/psicológico, un ataque de pánico no es médicamente peligroso para la persona que lo experimenta.

Un episodio suele durar entre cinco y veinte minutos, aunque esporádicamente puede prolongarse más.

Este último, sin embargo, normalmente no excede una hora.

Durante un ataque de pánico, el nivel de ansiedad es extremadamente alto y la persona está seriamente preocupada por su seguridad.

El ataque de pánico se resuelve espontáneamente.

Los síntomas a menudo desaparecen después de unos veinte minutos, dejando a la persona en un estado de gran ansiedad y alarma.

Como se discutirá con más detalle a continuación, existen varias técnicas, por ejemplo, técnicas de control de la respiración, que permiten limitar la duración del ataque o incluso evitar que ocurra.

Tipos de ataques de pánico

Los ataques de pánico se pueden dividir en dos tipos:

  • inesperados, cuando se producen sin ningún factor desencadenante aparente
  • esperado, cuando están relacionados con las características principales del trastorno (por ejemplo, una persona aracnofóbica puede desarrollar un ataque al ver una araña).

La mayoría de las personas con trastorno de ataque de pánico anticipan y temen tener otro ataque (ansiedad anticipatoria), por lo que intentan evitar los lugares o situaciones que desencadenaron previamente el episodio.

Los ataques de pánico generan recaídas psicológicas en quienes los experimentan, tanto a nivel cognitivo y emocional como a nivel conductual

El paciente puede estar genuinamente preocupado por su salud (pensando que tiene alguna patología grave), o desarrollar problemas en el ámbito social (por miedo a ser juzgado negativamente tras un episodio), o llevar una vida no autónoma. vida (por ejemplo, por el miedo de estar solo durante un posible nuevo ataque).

¿Cuáles son los síntomas más comunes?

Los síntomas de un ataque de pánico pueden ser de naturaleza cognitiva y somática.

Incluyen:

  • miedo a perder el control
  • miedo a volverse loco o morir
  • sensación de irrealidad, extrañamiento (desrealización) o desapego de uno mismo (despersonalización)
  • llanto incontrolado
  • sudoración intensa
  • dolor o molestias en el pecho
  • palpitaciones
  • enrojecimiento
  • temblores o temblores
  • sensación de asfixia
  • falta de aliento
  • escalofrío
  • náuseas y mareos
  • hormigueo o entumecimiento en las extremidades

Claramente, no todas estas manifestaciones están presentes durante un ataque de pánico, ya que los síntomas pueden diferir de un caso a otro.

Sin embargo, la frecuencia con la que se presentan los síntomas de pánico define la gravedad del trastorno.

Los ataques de pánico pueden ocurrir con relativa poca frecuencia, por ejemplo, una vez al mes o, en casos más graves, incluso varios episodios en el mismo día.

En este último caso, se habla más correctamente de un "trastorno de pánico".

Ataques de pánico: posibles causas

Las causas de un ataque de pánico no siempre son fáciles de identificar y, en cualquier caso, son el resultado de una combinación de elementos psicológicos y físicos.

Generalmente, el primer ataque ocurre durante un período de estrés particular para el sujeto.

La fuente del estrés puede ser un solo evento agudo o la acción combinada de varios factores.

Las causas más relevantes de un ataque de pánico pueden ser:

  • duelo
  • trauma
  • diagnostico de enfermedad grave
  • grandes cambios en la vida emocional o laboral
  • períodos de exceso de trabajo o falta de descanso
  • situaciones de conflicto
  • problemas financieros

Después del primer episodio típicamente el individuo desarrolla una fuerte preocupación y vive en un estado de aprensión perpetua, una especie de ansiedad anticipatoria, basada en el miedo al miedo que inevitablemente aumenta los niveles de estrés, facilitando así la aparición de nuevos ataques.

En esencia, se desencadena un círculo vicioso, donde es el miedo a vivir un nuevo episodio lo que alimenta la ansiedad.

Este último se convierte en pánico y se genera un nuevo ataque.

En algunos casos, sin embargo, los ataques de pánico son parte de un trastorno más grave (como la depresión, los trastornos alimentarios o el trastorno de estrés postraumático).

Cómo tratar los ataques de pánico

El tratamiento de los ataques de pánico puede incluir tratamiento farmacológico, tratamiento psicoterapéutico o un enfoque integrado que abarque ambos.

La primera acción a tomar es reconocer el problema y buscar ayuda.

Dichos trastornos rara vez desaparecen por sí solos.

Tratar un trastorno de pánico buscando ayuda lo antes posible evita que el trastorno se vuelva crónico y active el círculo vicioso del miedo.

Una vez descartadas las causas orgánicas, y comprobando así el carácter psicológico de los episodios, se puede proceder al inicio de la terapia.

Terapias

El tratamiento farmacológico es posible en los casos más severos e incapacitantes.

Hay dos categorías principales de medicamentos involucrados en el tratamiento de los ataques de pánico.

  • medicamentos contra la ansiedad y, en particular, benzodiazepinas. Estos últimos, sin embargo, deben ser utilizados por periodos cortos de tiempo por sus efectos indeseables y su capacidad de generar dependencia y adicción.
  • medicamentos antidepresivos; Actualmente se prefieren los ISRS, denominados "antidepresivos de nueva generación" que, en comparación con los antidepresivos más antiguos, se toleran mejor y tienen menos efectos secundarios. En cualquier caso, es imprescindible ser valorado por un especialista, que pueda optar por la terapia más correcta y eficaz, sobre todo ante la posible concomitancia de otros trastornos.

El tratamiento psicoterapéutico como alternativa o adicional a la terapia con medicamentos se puede establecer de acuerdo con uno de los dos enfoques psicoterapéuticos más utilizados.

  • terapia cognitivo-conductual, cuyo objetivo es enseñar a los pacientes a trabajar sus pensamientos disfuncionales, controlando así la ansiedad/miedos y modificando su comportamiento para que deje de ser desadaptativo, con el fin de recuperar el control de su vida cotidiana. En particular, se recomiendan ejercicios de relajación y manejo y control de la respiración, se abordan los principales temores y se aclara la naturaleza no amenazante del ataque de pánico (por ejemplo, la persona no corre peligro de volverse loca o morir).
  • Terapia de exposición: este tipo de tratamiento expone a los pacientes a sus miedos para que estos puedan disminuir. Luego, la persona con trastorno de pánico es expuesta de manera gradual y repetida a situaciones o factores que pueden facilitar los ataques de pánico, siempre con la asistencia constante del médico, quien lo ayuda a manejar la situación a lo largo de la sesión. El objetivo es dejar que el paciente reviva el estado de ansiedad varias veces hasta que, en esencia, el miedo pierda su efecto (según el llamado proceso de habituación).

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