Toxoplasmosis: cuáles son los síntomas y cómo se produce la transmisión

La toxoplasmosis es una enfermedad infecciosa bastante común causada por Toxoplasma gondii, un parásito capaz de infectar tanto a humanos como a otros animales de sangre caliente, incluidos mamíferos y aves.

El gato es el único huésped definitivo, es decir, el único animal en el que se reproduce el parásito, ya que libera al medio ambiente grandes cantidades de ooquistes, los óvulos especialmente resistentes que actúan como agentes infecciosos.

El contagio se produce principalmente a través de:

  • ingestión directa de toxoplasma, con carne infectada cruda o poco cocida y vegetales contaminados que no hayan sido lavados a fondo;
  • contacto directo con las heces del animal infectado.

Propagación de la toxoplasmosis

La toxoplasmosis es una de las enfermedades infecciosas más extendidas a nivel mundial. La incidencia de esta enfermedad es mayor en áreas con clima cálido y húmedo y malas condiciones higiénicas y alimentarias.

Dado que el parásito es particularmente peligroso para los fetos cuando se contrae durante el embarazo, la mayoría de los datos epidemiológicos en todo el mundo se refieren a mujeres en edad fértil.

En Italia, que se considera un país de incidencia media, aproximadamente 5 de cada 1000 mujeres contraen la infección durante el embarazo.

Toxoplasmosis: ¿cuáles son los síntomas?

La infección por Toxoplasma gondii se puede dividir en dos fases.

La primera, llamada toxoplasmosis primaria, es predominantemente asintomática, razón por la cual la mayoría de las personas infectadas no saben que están infectadas.

En algunos casos, el parásito se puede encontrar en la sangre y los ganglios linfáticos en forma directamente infecciosa, con la aparición de los síntomas típicos de la gripe:

  • ganglios linfáticos inflamados
  • cansancio
  • fiebre
  • dolor de cabeza
  • dolor de garganta
  • dolor en las articulaciones
  • hígado y bazo agrandados

A estos se suman otros síntomas en casos de toxoplasmosis primaria grave, como la inflamación del área visual del ojo (que puede dificultar la visión) y del cerebro.

Esta situación es particularmente de riesgo para los pacientes con un sistema inmunitario debilitado, como los pacientes con SIDA.

El organismo responde al proceso infeccioso con la producción de anticuerpos y linfocitos específicos: es en este punto cuando comienza la fase secundaria o posprimaria de la toxoplasmosis. El parásito permanece en el organismo, aunque no manifiesta ningún síntoma.

Una bajada de las defensas inmunitarias es suficiente para desencadenar de nuevo la infección.

Toxoplasmosis en el embarazo

La toxoplasmosis se vuelve particularmente peligrosa durante el embarazo.

La posibilidad, también muy alta, es que el parásito, al atravesar la placenta, pueda infectar al feto, provocando malformaciones en el niño, aborto espontáneo o muerte intrauterina.

Las graves consecuencias se producen sobre todo cuando la infección se produce en las primeras semanas de gestación.

Durante el tercer trimestre del embarazo, la enfermedad se transmite mucho más fácilmente: la tasa de probabilidad alcanza el 70-90% después de la semana 30, pero en la mayoría de los casos no hay consecuencias.

Pruebas de toxoplasmosis

Por tanto, es fundamental identificar la presencia de toxoplasmosis antes del embarazo mediante una sencilla prueba, el llamado Toxo-test.

La prueba se realiza mediante la toma de una muestra de sangre, lo que permite buscar anticuerpos IgG e IgM contra el parásito, conocer el eventual estadio de la enfermedad y clasificar a la mujer en el grupo protegido, susceptible o de riesgo.

Además, se realizan otras pruebas serológicas en centros especializados.

Tratamiento y prevención de la toxoplasmosis

Para personas no inmunodeficientes y mujeres no embarazadas, no es necesario someterse a un tratamiento farmacológico específico.

La infección retrocede por sí sola en unas pocas semanas.

Si por el contrario la mujer contrae toxoplasmosis durante el embarazo, es posible frenar la transmisión de la infección al feto mediante un tratamiento antibiótico específico.

El tratamiento más utilizado es la espiramicina, un antibiótico bien tolerado tanto por la madre como por el feto.

A partir de mediados del segundo semestre, cuando la amniocentesis confirma la infección fetal, se hace obligatoria la sustitución de la espiramicina por la combinación de pirimetamina y sulfadiazina, con suplemento de ácido fólico.

El mismo tratamiento también se brinda a las personas con VIH o SIDA; en este caso, sin embargo, nunca se debe suspender la terapia.

Actualmente no existe una vacuna contra la toxoplasmosis que garantice una prevención absoluta.

Sin embargo, hay una serie de comportamientos y algunas reglas simples a seguir que ayudan a reducir significativamente el riesgo de contraer esta enfermedad.

Las mujeres embarazadas, por ejemplo, deben evitar absolutamente comer carne poco cocida, que es la principal fuente de infección.

Por lo tanto, se recomienda:

  • evitar probar la carne durante la preparación;
  • lávese muy bien las manos con agua corriente después de tocar la carne;
  • lavar bien las verduras y frutas frescas antes de consumirlas;
  • lavar bien todos los utensilios de cocina y las superficies que hayan estado en contacto con la carne cruda;
  • use guantes si trabaja en el jardín y lávese bien las manos antes de tocarse la boca y los ojos;
  • evite el contacto con gatos callejeros y, en el caso de gatos domésticos, use guantes al cambiar la arena.

Referencias

Fundación Umberto Veronesi

SaPeRiDoc (Centro de documentación sobre el saludo perinatal, lectura y evaluación)

epicentro

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Fuente

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