Trastornos de la alimentación, una visión general

Los trastornos alimentarios pueden definirse como alteraciones persistentes en la conducta alimentaria o conductas dirigidas al control del peso, perjudiciales para la salud física o el funcionamiento psicológico y social, que no son secundarias a ninguna afección médica o psiquiátrica conocida.

Afectan principalmente a adolescentes: la edad de aparición oscila entre los 12 y los 25 años, con un pico entre los 14 y los 17 años; en los últimos años se han notificado cada vez más casos de inicio temprano (niños) o tardío (adultos).

Los trastornos alimentarios afectan mayoritariamente a mujeres F:M=10:1 o 9:1) aunque los casos en el sexo masculino parecen ir en aumento

Según la clasificación del Manual Estadístico de Diagnóstico de Enfermedades Mentales IV-Test Revision (DSM-IV-TR), los trastornos alimentarios se dividen en: anorexia, bulimia y trastornos alimentarios no especificados (especialmente el llamado trastorno alimentario no controlado o trastorno por atracón).

En una visión dimensional, los trastornos alimentarios son causados ​​y mantenidos por creencias disfuncionales características que identifican un núcleo psicopatológico común:

  • creencias distorsionadas sobre la comida y el comer
  • creencias distorsionadas sobre el peso
  • creencias distorsionadas sobre la forma del cuerpo
  • Actitudes autoprescriptivas sobre la comida.

Estas ideas interactúan con otras características individuales y familiares, como el perfeccionismo y la dimensión de control.

El rasgo esencial común a todos los trastornos alimentarios es la presencia de una percepción alterada del peso y de la propia imagen corporal (excesiva preocupación por el peso, la forma corporal y el control de la alimentación).

La etiología de los trastornos alimentarios aún no se conoce por completo, aunque la evidencia más reciente sugiere la existencia de una interacción entre la predisposición genética y factores de riesgo ambientales específicos.

La teoría cognitivo conductual de los trastornos alimentarios sostiene que tienen dos orígenes principales que pueden operar juntos

El primero es la necesidad extrema de tener el control de varios aspectos de la vida (por ejemplo, el trabajo, la escuela, los deportes...), que en determinados momentos de la vida puede centrarse en el control de la alimentación.

El segundo es la excesiva importancia que se otorga al control del peso y la forma corporal en individuos que han interiorizado el ideal de delgadez.

En ambos casos, en los trastornos alimentarios, el resultado es la adopción de una severa restricción dietética, lo que a su vez refuerza la necesidad de control en general y del peso y la forma corporal, en particular.

Posteriormente, comienzan a operar otros procesos que contribuyen al mantenimiento del trastorno alimentario; tales como el aislamiento social, la aparición de atracones fomentados por la restricción dietética, los efectos negativos de los atracones en la preocupación por el peso y la forma corporal y la sensación de tener el control, síntomas de desnutrición que aumentan la necesidad de controlar la alimentación, el cuerpo y el control del peso, y evitar la exposición del cuerpo, que intensifican la preocupación por el peso y la forma del cuerpo.

La teoría cognitiva conductual de los trastornos alimentarios también sostiene que en un subgrupo de individuos, uno más de los siguientes cuatro mecanismos adicionales de mantenimiento también puede operar, interactuando con los procesos específicos del trastorno alimentario descritos anteriormente: perfeccionismo clínico, baja autoestima nuclear, dificultades interpersonales, e intolerancia a las emociones.

Cada vez hay más evidencia de que la disrupción de los factores de mantenimiento es necesaria para el tratamiento de los trastornos alimentarios, y no es casualidad que la terapia cognitivo conductual sea considerada a nivel mundial como la intervención de primera elección, de la que no se puede prescindir.

Recientemente se han identificado algunos trastornos alimentarios “nuevos” que no entran en la clasificación oficial anterior, como la vigorexia (o vigorexia), la ortorexia, la pregorexia y la borrachera.

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Fuente

IPSICO

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