Tuberculosis, síntomas y transmisión
La tuberculosis es una infección pulmonar causada por una bacteria, Mycobacterium tuberculosis. La bacteria que causa la Tuberculosis (TB) se transmite de una persona a otra cuando entra en contacto con la tos o el estornudo de alguien que ya está infectado
Basta con inhalar una pequeña cantidad de gérmenes para infectarse.
La tuberculosis se desarrolla en pacientes en los que el sistema inmunitario no ha logrado bloquear la infección primaria y se presenta unas semanas después de esta.
La primera consecuencia de la infección es la producción de granulomas en el tejido infectado.
En esta primera etapa de la enfermedad, habitualmente denominada 'etapa primaria', el paciente aún no presenta los síntomas de la enfermedad (tos, flema, sangre en el esputo y dolor torácico).
Los que corren mayor riesgo son los ancianos, los niños y las personas con un sistema inmunitario debilitado: receptores de trasplantes, pacientes con cáncer que reciben quimioterapia o pacientes con VIH.
Los síntomas típicos de la tuberculosis son:
- tos con flema y presencia de sangre;
- dolor de pecho
- debilidad y cansancio;
- pérdida de peso y apetito;
- fiebre y sudores nocturnos.
Estos pueden estar asociados con otros síntomas como disnea, dificultad para respirar y sibilancias.
Tuberculosis y contagio: ¿cómo se transmite la TB?
La tuberculosis está presente en todas las partes del mundo, sin embargo, las áreas más afectadas son Asia (61 % de los casos nuevos por año) y África (26 % de los casos nuevos por año).
En 2015, el 87 % de los nuevos casos de TB ocurrieron en países más pobres como India, Indonesia, China, Nigeria, Pakistán y Sudáfrica.
La TB se transmite por contacto aéreo (a través de tos y estornudos) con pacientes infectados, pero no a través de objetos personales: ropa, cama o cualquier objeto que sea tocado por personas infectadas.
Para que la enfermedad se transmita, la exposición a la bacteria debe ser prolongada, tanto durante el día como en el tiempo, ya que son muy pocos los microorganismos contenidos en la tos o estornudos de las personas infectadas.
Cabe recordar que sólo son contagiosos los pacientes con tuberculosis activa, es decir, aquellos en los que la enfermedad se ha manifestado plenamente.
Tuberculosis latente
Alrededor de un tercio de la población mundial contrae tuberculosis de forma latente.
Esto significa que uno puede infectarse con la bacteria de la tuberculosis sin desarrollar la enfermedad.
En el caso de la Tuberculosis latente, la persona no es capaz de transmitir la bacteria de la Tuberculosis, pero tiene un 10% más de probabilidad de desarrollar la enfermedad.
Curso de TB
La infección comienza en los alvéolos, donde los macrófagos atacan a la bacteria.
Algunos bacilos mueren inmediatamente, mientras que otros se multiplican dentro de los mismos macrófagos.
Durante la primera etapa de la enfermedad, en personas con un buen sistema inmunológico, los macrófagos presentan fragmentos de bacilos en su superficie para que las células T, estimuladas por esta situación, liberen señales químicas. En esta etapa, el paciente da positivo en la prueba de la tuberculina, lo que establece la infección.
Muchos pacientes no superan la primera etapa de la enfermedad y la prueba de la tuberculina solo puede determinar que están infectados.
Diagnóstico y complicaciones de la Turbeculosis
El primer abordaje del médico es sin duda la auscultación del tórax, que suele revelar la presencia de estertores; Los ganglios linfáticos agrandados también pueden estar presentes en el cuello zona.
En ocasiones, el diagnóstico de la tuberculosis puede ser difícil, ya que esta enfermedad tiende a parecerse, o incluso presentarse junto con, otras enfermedades respiratorias, como neumonías, tumores, abscesos pulmonares o infecciones fúngicas.
Para realizar el diagnóstico, el especialista tendrá en cuenta los síntomas y otras pruebas para detectar la presencia de la bacteria de la tuberculosis, como
- cultivo de moco
- broncoscopia
- radiografía de pecho
- la prueba de la tuberculina.
Si se diagnostica tarde o se trata inadecuadamente, la tuberculosis puede causar daño permanente a los pulmones y, en el peor de los casos, puede ser fatal.
Los medicamentos antituberculosos también pueden causar daños; más concretamente, algunos de ellos pueden inducir hepatitis no virales, otros dan una coloración oscura o anaranjada a las lágrimas y la orina, y otros provocan una disminución de la agudeza visual.
Prueba de la tuberculina: qué es y cómo se realiza
Esta es una prueba cutánea en la que se administra antígeno al paciente inyectándolo debajo de la piel del brazo para ver si ha habido exposición a la bacteria de la tuberculosis.
Después de aproximadamente 48-72 horas, si la prueba es positiva, la piel se verá roja e hinchada, como si hubiera una alergia o el paciente hubiera sido picado por un insecto.
Si la prueba es negativa, la piel puede estar roja, pero no hinchada.
No se necesita preparación especial para realizar la prueba; la única precaución se refiere a las personas que sufren de dermatitis u otras irritaciones de la piel, que podrían confundirse fácilmente con un resultado positivo de la prueba.
No hay riesgo para el paciente ya que la cantidad de antígeno inyectado es mínima; sin embargo, uno puede sentir una ligera picazón en el área de la inyección.
Hay que tener en cuenta una última consideración: puede haber falsos positivos en personas inmunodeprimidas, como pacientes trasplantados, pacientes con cáncer en tratamiento de quimioterapia o pacientes con SIDA, y en personas que toman grandes cantidades de esteroides.
Tratamiento: cómo tratar la tuberculosis
El tratamiento se basa fundamentalmente en la curación de la infección mediante la administración de fármacos antituberculosos.
El tratamiento continúa durante al menos seis meses, pero puede continuar más allá si la respuesta al tratamiento no es tan buena como se esperaba.
El pronóstico es excelente si la tuberculosis se diagnostica y trata a tiempo y adecuadamente, y los síntomas mejoran en unas 3 semanas.
Un estilo de vida saludable también puede ayudar a recuperarse rápidamente de la enfermedad; es importante, por ejemplo, tomar siempre la medicación prescrita, siguiendo escrupulosamente la forma y el momento de su administración, evitar cualquier cosa que pueda comprometer el sistema inmunitario, como el alcohol, llevar una dieta equilibrada a base de frutas y verduras, y para descansar lo suficiente.