Trombosis retiniana: síntomas, diagnóstico y tratamiento de la oclusión de los vasos retinianos

La trombosis retiniana consiste en la oclusión de un vaso arterial o venoso retiniano, debido a un trombo o émbolo.

La retina es la membrana nerviosa del ojo, donde se registran los estímulos luminosos.

El tejido retiniano es extremadamente rico en vasos arteriales y venosos.

La papila óptica es el punto donde emerge el nervio óptico dentro del globo ocular.

De la papila óptica parten la arteria y la vena centrales de la retina, que inmediatamente se dividen en ramas superior e inferior de espesor progresivamente decreciente, hasta llegar a los capilares.

La trombosis retiniana es la oclusión de un vaso arterial o venoso de la retina, debido a un trombo o émbolo, aunque es un fenómeno relativamente raro, provoca una discapacidad visual grave y, en la mayoría de los casos, permanente. Las oclusiones de los vasos retinianos se dividen en dos clases, dependiendo del tipo de vaso involucrado: arterial y venosa.

Trombosis retinal con oclusiones arteriales

Oclusión de la arteria central de la retina (OACR)

La oclusión de la arteria central de la retina se caracteriza por una pérdida repentina y total de la visión sin dolor en un ojo.

El cierre del vaso provoca una isquemia total de la retina: la falta de flujo sanguíneo y, por lo tanto, de oxígeno, provoca daños irreversibles en el delicado tejido nervioso de la retina en cuestión de minutos.

La oclusión de la arteria se debe, en su mayor parte, a un émbolo que se desprende de las placas ateroscleróticas situadas a nivel de las arterias de mayor calibre situadas aguas arriba de la arteria retiniana (especialmente las arterias carótidas).

De hecho, uno de los síntomas más frecuentes de un ataque isquémico transitorio (AIT) por la presencia de placas ateroscleróticas en las paredes de las arterias carótidas es la pérdida repentina de la visión en un ojo.

El paciente tiene visión borrosa de un ojo de corta duración (30 segundos a 10 minutos), causada por émbolos que ocluyen transitoriamente la arteria central de la retina.

Por lo tanto, se debe dar la máxima importancia a la presencia de estos síntomas, para detectar a tiempo condiciones de alto riesgo para el desarrollo de lesiones isquémicas permanentes, tanto retinianas como cerebrales (ictus).

Otras causas más raras de oclusión de la arteria central de la retina son ciertas arritmias cardíacas (como el aleteo auricular) o aumentos de la presión arterial en el ojo debido a traumatismos, tumores o endocrinopatías.

En casos de oclusión de la arteria central de la retina, la terapia médica tiene como objetivo interrumpir farmacológicamente el émbolo mediante la inoculación intravenosa de fibrinolíticos.

Desafortunadamente, sin embargo, incluso si la terapia se inicia temprano, rara vez se obtiene un resultado efectivo en la arteria antes de que el daño de la isquemia retiniana se vuelva permanente.

Por lo tanto, la mejor terapia sigue siendo la prevención de la formación de placas ateroscleróticas.

Trombosis retinal con oclusiones venosas

Oclusión de la vena central de la retina

La oclusión venosa retiniana es un evento mucho más frecuente que la oclusión arterial y generalmente tiene un mejor pronóstico.

El grado de oclusión determinado por el trombo caracteriza dos formas diferentes de oclusión: la forma edematosa (oclusión parcial de la vena) y la forma isquémica (oclusión total de la vena).

Los síntomas, proporcionales a la gravedad del cierre del vaso, están representados por una disminución súbita variable de la visión sin ningún dolor.

Los factores de riesgo más frecuentemente asociados a esta enfermedad son, por orden de frecuencia: la edad superior a 50 años, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial, la diabetes y el glaucoma.

Cuando se diagnostica una oclusión de la vena central de la retina, se debe realizar una fluorangiografía retiniana.

Esta investigación permite evaluar con precisión el sitio y la extensión de la oclusión y, sobre todo, es el único examen que permite distinguir la forma edematosa (oclusión parcial) de la forma isquémica (oclusión total), lo que permite la tratamiento apropiado para ser identificado.

En la forma edematosa, se deben realizar exámenes fluorangiográficos cada tres a seis meses para mantener la evolución bajo control y, si es necesario, realizar un tratamiento con láser para reducir la extensión del edema.

En la forma isquémica, en cambio, el paciente debe someterse a una fotocoagulación con láser para destruir las áreas isquémicas y evitar un mayor empeoramiento de la enfermedad, que puede conducir a la ceguera.

Oclusión de rama de la vena central de la retina (OBVCR)

Es posible la oclusión de una rama de la vena central de la retina.

Siempre ocurre en la unión entre un vaso arterial y un vaso venoso subyacente.

El área retiniana dañada y la extensión de los síntomas son obviamente menores que en la oclusión de la vena central.

Los factores de riesgo asociados a esta forma menor de oclusión retiniana son la edad superior a los 60 años, la hipertensión arterial, la diabetes y la aterosclerosis.

Prevención

Con base en lo que se ha dicho, es evidente que la mayoría de las oclusiones de vasos retinianos ocurren en presencia de cambios en la pared vascular relacionados con la edad y aterosclerosis.

Por todo ello, parece imprescindible realizar al menos una exploración oftalmológica al año para identificar a todos los pacientes con ojos en riesgo de accidente vascular.

Además, los pacientes que padecen trombosis de los vasos de la retina deben someterse a revisiones oftalmológicas periódicas, con el fin de controlar la evolución de la enfermedad y, en caso necesario, iniciar el tratamiento láser adecuado.

En conclusión, la mejor terapia es siempre la de la prevención, encaminada a eliminar todos los factores de riesgo, tanto generales (hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, diabetes, aterosclerosis, etc.) como oftálmicos (glaucoma), ligados a la aparición del accidente vascular.

Como se mencionó anteriormente, se debe dar gran importancia a las disminuciones bruscas y transitorias de la visión que, al ser manifestaciones de fenómenos de oclusión vascular temporal, pueden preceder a los ataques isquémicos cerebrales.

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