Artritis reumatoide: estadificación, evolución y tratamiento

La artritis reumatoide (AR) es una poliartritis inflamatoria crónica, anquilosante y progresiva, de patogenia autoinmune y etiología desconocida, que afecta principalmente a las articulaciones sinoviales

El estado de la artritis reumatoide se puede identificar analizando el tipo de lesiones del paciente:

Etapa 1: hay un infiltrado de linfocitos CD4+ y macrófagos, macroscópicamente se observan hinchazones simétricas, no hay enrojecimiento, hay síntomas sistémicos y nódulos reumatoides. En la circulación hay un aumento de los índices de inflamación y factor reumatoide

Estadio 2: Hay inflamación y proliferación sinovial y endotelial (neoangiogénesis y formación de tejido sinovial), el derrame se observa en la ecografía como áreas hipoecogénicas; por el contrario, las áreas hiperplásicas son hiperecogénicas. También hay erosión ósea, reabsorción del cartílago y rotura de tendones. Los cambios óseos se pueden ver en la radiografía y aún mejor en la ecografía. En esta etapa la hiperplasia sinovial es irreversible.

Etapa 3: Son evidentes las deformaciones, dislocaciones y fibrosis óseas.

El curso es muy variado y generalmente se caracteriza por fases de exacerbación y remisión.

Existen formas más leves que responden bien a la terapia y formas severas que progresan sin fases de remisión, dando lugar a cuadros severos de anquilosis e impotencia funcional; en muchos casos, la enfermedad es grave no porque ponga en peligro la vida sino porque, al impedir el uso adecuado de las extremidades y especialmente de las manos, es muy incapacitante.

Los afectados pueden tener dificultades no solo para trabajar sino también para cuidar de sí mismos.

Los factores pronósticos más desfavorables son los títulos altos de FR, la presencia de nódulos o daño vasculítico y la mala respuesta al tratamiento.

Tratamientos de la artritis reumatoide

El tratamiento de la Artritis Reumatoide se basa en el uso de inmunosupresores, como metotrexato o leflunomida; hidroxicloroquina, ciclosporina, sulfasalazina también pueden usarse en casos especiales.

También se prevé el uso de cortisona en ciclos en fases de mayor actividad de la enfermedad, por ejemplo, al inicio o en brotes, para lograr una respuesta clínica más rápida, y de AINE para el control del dolor.

En casos que no respondan a los inmunosupresores o en pacientes con una enfermedad particularmente agresiva, es posible utilizar fármacos biológicos, anticuerpos monoclonales o receptores que bloqueen las moléculas de la inflamación (p. ej., anti-TNFalfa, anti-IL6, anti-IL1) o células de la inflamación como los linfocitos B. (anti-CD20) y linfocitos T (CTLA4).

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