Quiste epidermoide: síntomas, diagnóstico y tratamiento de los quistes sebáceos

El quiste epidermoide también se llama quiste sebáceo y es uno de los quistes cutáneos más comunes. Aparece en la piel y se origina en el folículo piloso, consiste en una cavidad quística ubicada en la dermis y llena de queratina y material lipídico.

Suele ser más frecuente en individuos jóvenes o de mediana edad y las zonas del cuerpo más afectadas son la cara, cuello, torso superior y escroto.

Normalmente aparece un solo quiste, pero, en algunos casos, pueden ser múltiples.

La estructura consta de un nódulo dérmico que varía en tamaño de 0.5 a 5 cm de diámetro.

Suele ocurrir que la pared del quiste se rompe, escapando el material caseoso, provocando una reacción inflamatoria y un dolor intenso.

Los quistes epidermoides se tratan en la mayoría de los casos mediante cirugía con anestesia local, pero se debe tener cuidado de extirpar toda la pared del quiste para evitar la recurrencia.

Los medicamentos solo se usan para tratar una posible inflamación o para preparar al paciente para la cirugía.

Tipos de quistes epidermoides

Los quistes epidermoides son neoformaciones cutáneas benignas clasificadas según las características histológicas de la pared o revestimiento del quiste y según su localización.

Hay varios tipos de quistes cutáneos benignos:

  • Quistes de inclusión epidérmica: por lo general no causan molestias a menos que se rompan provocando una reacción dolorosa o un absceso que se expande rápidamente. Los quistes de inclusión epidérmica a menudo se caracterizan por la aparición de una mancha o poro visible y contienen material blanco maloliente;
  • milia: pequeños quistes de inclusión epidérmica que suelen aparecer en la cara y el cuero cabelludo;
  • quistes pilares (quistes triquilemáticos): se ven similares a los quistes de inclusión epidérmicos, pero aparecen principalmente en el cuero cabelludo. Además, suele haber un componente genético que determina su aparición. Si el sujeto ha tenido casos en la familia, es más probable que los desarrolle.

Una vez que se haya definido la naturaleza del quiste, será posible determinar el mejor tratamiento, que a menudo implica una cirugía ambulatoria.

Síntomas del quiste epidermoide

El quiste epidermoide se presenta como un pequeño bulto visible debajo de la piel o al nivel del cuero cabelludo.

Al tocarlo aparece sólido, globular, móvil e indoloro.

Es muy raro en niños y poco común en mujeres; es más común en los hombres, especialmente después de la pubertad.

El quiste sebáceo no es contagioso y no se convierte en una lesión cutánea maligna.

Aparece como una pequeña hinchazón subcutánea y puede contener líquido seroso, sebo u otras sustancias semisólidas (como queratina y células muertas).

Crece lentamente y no causa molestias, excepto si se toca o si se tiende a sacar su contenido apretándolo, en cuyo caso se puede producir inflamación y/o infección.

Los quistes epidermoides no suelen causar ningún síntoma en particular más allá de los estéticos: cuando el sujeto nota una pequeña hinchazón blanda y móvil debajo de la piel, debe consultar a un médico para determinar su naturaleza.

Si este tipo de quiste es grande y/o está ubicado en la cara o el cuello, puede dar una sensación de presión o dolor, además de ser antiestético con frecuencia.

Puede desarrollarse en cualquier parte del cuerpo excepto en las plantas de los pies y las palmas de las manos, pero las zonas más frecuentemente afectadas son el cuero cabelludo, la nuca, la cara, las orejas, los hombros, la espalda, las axilas, los brazos, las nalgas, los genitales, los senos y el vientre.

Causas

La formación de un quiste epidermoide se debe a la oclusión del conducto de una glándula sebácea que produce su propia secreción sin poder expulsarla debido a la obstrucción.

Como resultado, la secreción se solidifica y se acumula dentro de la glándula, lo que produce una inflamación del folículo piloso visible a simple vista.

Existen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de esta molestia como el consumo de tabaco, alcohol, situaciones de estrés y ansiedad (que alteran la producción de hormonas), uso de cosméticos, presencia de acné u otras alteraciones de la piel, alteraciones genéticas (como el síndrome de Gardner o síndrome de nevus de células basales) y daños en el folículo piloso (p. ej., lesiones, abrasiones o heridas).

La nutrición parece no tener correlación con la aparición de quistes epidermoides y no parece ser un factor de riesgo para su desarrollo.

Diagnóstico de quistes epidermoides

El diagnóstico de la presencia de un quiste epidermoide es clínico y lo realiza un médico general o un dermatólogo.

En ocasiones basta con observarlo y palparlo para valorar su ubicación, forma y tamaño.

Además, se utiliza la palpación para evaluar su consistencia: el quiste generalmente tiene un aspecto blando y elástico, debido a su contenido rico en grasa.

Durante el examen, el especialista realiza un cuidadoso diagnóstico diferencial para distinguir el quiste sebáceo de otros tipos de quistes que pueden desarrollarse debajo de la piel.

Es importante, de hecho, durante el diagnóstico comprender si son:

  • quistes pilares (múltiples y localizados en el cuero cabelludo, tienen una superficie redondeada, lisa, glabra y rosada)
  • quiste dermoide (ubicado en la región sacrococcígea o en la cara, se desarrolla en la dermis por un defecto de desarrollo, también puede afectar a los niños)
  • hidrosadenitis supurativa (una afección inflamatoria crónica de la piel que se manifiesta como quistes y abscesos en la axila, la ingle, la cara interna del muslo o la zona perianal, a menudo dolorosa y caracterizada por secreción de pus).

Los quistes más difíciles de diagnosticar son los que se producen en la región escrotal o en los genitales.

En estos casos se pueden confundir con una infección genital por herpes simple.

Solo en casos de duda, raros en la realidad, el médico puede solicitar pruebas complementarias, como:

  • una ecografía para evaluar mejor la forma y el contenido del quiste,
  • una biopsia con extracción del contenido del quiste para una prueba histológica más completa.

De esta forma, el médico puede determinar que efectivamente se trata de un quiste sebáceo y descartar otras enfermedades, incluso las más graves.

Tratamientos para los quistes epidermoides

Los quistes sebáceos siempre son curables y, por lo general, no recurren a menos que la cirugía sea incompleta e imprecisa.

Los antibióticos no son necesarios a menos que haya celulitis u otros signos y síntomas que sugieran una sobreinfección bacteriana.

Normalmente, si es necesario, se utilizan en forma de ungüentos que actúan localmente para resolver el problema.

Los quistes epidermoides se pueden extirpar quirúrgicamente después de inyectar un anestésico local para evitar que el paciente sienta dolor durante el procedimiento.

La pared del quiste debe eliminarse por completo para evitar la recurrencia, mientras que los quistes que se han roto deben abrirse y drenarse.

Los quistes más pequeños, que suelen ser muy molestos, se pueden incidir y drenar.

Si no se trata, un quiste epidermoide puede inflamarse y aparecer rojo, doloroso y cálido al tacto.

Si se somete a un traumatismo en un intento de aplastarlo, existe un mayor riesgo de infección bacteriana, que puede provocar fiebre.

Una alternativa a la cirugía es la electrocirugía no ablativa con PLEXR, una técnica que utiliza un instrumento electromédico que vaporiza el quiste sebáceo.

Las ventajas de esta técnica son que

  • no hay daño al tejido de la piel circundante,
  • no se requiere anestesia de inyección preliminar,
  • no provoca sangrado en la zona tratada,
  • no requiere puntos de sutura.

En los 2-3 días siguientes al tratamiento, la zona tratada se hincha y se forma una costra, que no se debe tocar.

Intervenciones quirúrgicas

Para reducir el absceso en caso de infección, se suele recomendar el drenaje del quiste (a través de una incisión).

Este tratamiento es apropiado cuando la inflamación es tal que la piel sobre el quiste se ha adelgazado, por lo que la probabilidad de una perforación espontánea es alta.

Sin embargo, en estos casos la cirugía no es decisiva, ya que posteriormente habrá que realizar vendajes periódicos hasta que la inflamación se resuelva por completo.

Se recurre a la cirugía si la inflamación persiste, si el quiste sebáceo produce dolor o si tiende a aumentar de tamaño.

Esta es la solución definitiva para la patología.

Antes de la cirugía, si la inflamación es profunda, generalmente se prescribe una terapia con cortisona y antibióticos para reducir la hinchazón y el enrojecimiento.

El cirujano no debe tocar un quiste particularmente inflamado porque existe un alto riesgo de empeorar la inflamación o causar una ruptura de la cápsula del quiste, lo que puede provocar una infección.

El procedimiento quirúrgico implica una pequeña incisión en la piel bajo anestesia local con la posterior extirpación de todo el quiste, incluida la cápsula.

Este último debe ser eliminado en su totalidad, ya que de lo contrario aumenta el riesgo de recurrencias futuras.

Después de la cirugía la herida tardará unos diez días en cicatrizar, tiempo durante el cual el paciente deberá someterse a antibioticoterapia y vendaje periódico de la zona afectada, que deberá permanecer cubierta y estéril.

En los 6-12 meses posteriores a la cirugía, se debe proteger la cicatriz de los rayos solares para evitar que adquiera un color rojizo permanente; Asimismo, se debe evitar la exposición en las horas más calurosas del día y utilizar protección solar muy alta (50+).

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