Misofonía, sensibilidad selectiva al sonido

La misofonía es un trastorno caracterizado por la intolerancia y las consiguientes reacciones patológicas a los sonidos que suelen estar presentes en el entorno y que normalmente no provocan reacciones particulares en la mayoría de las personas.

Como cualquier otro trastorno psíquico, es tal si afecta significativamente la vida de quien lo padece, pudiendo afectar a sus actividades sociales y laborales o provocando algún sufrimiento subjetivo.

Esto evita que el término se use para intolerancias leves que están presentes en muchos de nosotros, o que se use, por ejemplo, para condiciones limitadas en el tiempo y circunstancias específicas.

Seguro que en la tercera noche consecutiva cuando salta por error una alarma en la tienda de al lado, es normal expresar enfado.

Igual de comprensible es la reacción del trabajador del centro de llamadas cuando el teléfono suena nada más llegar a casa después de ocho horas de trabajo.

Diagnóstico de misofonía

Del mismo modo, un conjunto de síntomas que, aun cumpliendo los criterios para cumplir el diagnóstico, es expresión de un trastorno psicológico más complejo y sólo se manifiesta en presencia del mismo (depresión mayor, trastorno bipolar, trastorno obsesivo compulsivo, etc.). .) no puede definirse como misofobia.

Refiriéndonos a la etimología y considerando que el prefijo deriva del griego misos, que significa odio, quizás el término más apropiado sería fonofobia, siendo en realidad una fobia y no un odio a los sonidos.

Pero este último término se reserva para otras condiciones patológicas, incluida la intolerancia a todos o muchos sonidos, que a menudo resulta en dolores de cabeza, o la molestia hacia los sonidos que puede ocurrir en ciertas manifestaciones orgánicas como dolores de cabeza o fiebre.

Por eso yo estaría más a favor de utilizar el término, propuesto por otros, de 'sensibilidad selectiva al sonido'.

La misofonía se presenta como síntoma aislado en un 9-15% de los casos

Por lo demás, se asocia a otros trastornos, siendo el más frecuente el tinnitus, que supone el 40-50% de todos los casos de misofobia.

Los sonidos hacia los que se manifiesta intolerancia los emiten con mayor frecuencia los humanos.

Pueden ser emitidos por la boca (cepillarse los dientes, chasquear los labios, masticar, tragar), la nariz (respirar, olfatear, sonarse), los dedos (golpear con los dedos sobre la mesa, hacer clic con un bolígrafo, rasgar papel), el calzado (ruidos de tacones en el suelo), las articulaciones durante los movimientos normales.

Con frecuencia, los sonidos emitidos por animales (ladridos, maullidos) también pueden provocar las mismas reacciones.

Como consecuencia, el sujeto puede desarrollar una verdadera fobia hacia esos movimientos, que a menudo observa con el rabillo del ojo, que potencialmente podrían conducir a la emisión de los temidos ruidos.

Quienes padecen misofobia pueden tener reacciones de ansiedad, ira, arrebatos, marcado malestar, irritabilidad y, con el tiempo, pueden llegar a evitar muchas situaciones sociales, donde es más probable que ocurran los temidos ruidos, resultando en un verdadero aislamiento.

Misofonía: las causas psicológicas

La misofonía se asocia frecuentemente con trastornos psicológicos como la ansiedad, el trastorno obsesivo compulsivo y la depresión.

Sin embargo, a menudo es difícil establecer una relación causa-efecto.

La causa a veces se encuentra en situaciones remotas, vividas de forma especialmente traumática, o en la asociación de sonidos con personas o situaciones hacia las que se es intolerante o que han afectado negativamente a la propia vida.

Otros aspectos psicológicos son los relacionales.

No es casualidad que los ruidos temidos casi siempre pertenezcan a humanos, y con frecuencia a miembros de la familia.

Por lo tanto, tienen la característica de ser evitables.

Pero para ello es necesario que quien los realiza sea capaz de comprender la esencia del trastorno y reconozca al que lo padece en su patología.

Pero muy a menudo este no es el caso.

Por el contrario, son precisamente las reacciones de la persona afectada las que se consideran actos hostiles hacia los miembros de la familia.

Así, el trastorno puede, en algunos casos, estar inscrito dentro de mecanismos relacionales complejos.

Misofonía: causas orgánicas

Una de las causas de la misofonía puede ser un umbral reducido de tolerancia al ruido, como lo demuestra su frecuente asociación con el tinnitus.

Un interesante estudio brasileño de 2013, realizado por la Universidad de São Paulo, muestra un origen hereditario.

El estudio se realizó en 15 miembros de tres generaciones de una familia, de 9 a 73 años.

Los resultados, además de constatar el componente hereditario, destacaron el origen del trastorno en la infancia y la asociación con otras patologías, en particular ansiedad en alrededor del 91% de los casos, tinnitus (50%), trastorno obsesivo-compulsivo (41.6%). , depresión (33.3%) e hipersensibilidad a los sonidos (25%).

Aspectos neurofisiológicos

Cualquiera que sea la causa prevaleciente, el resultado es una especie de cortocircuito, para decirlo en términos no científicos, que se produce entre el sistema perceptivo de los sonidos y el sistema límbico (el área del cerebro encargada de las emociones, del placer a la ira) , sin esos necesarios pasajes por otras áreas del cerebro encargadas del control y procesamiento de lo que percibimos, y sin los cuales probablemente sería prácticamente imposible la convivencia entre humanos.

Un estudio reciente realizado por investigadores, utilizando imágenes de resonancia magnética funcional, reveló una conexión anormal entre los lóbulos frontales, delegados a los sistemas racionales y de control, y la corteza insular anterior, un área perteneciente al sistema límbico.

Terapias y tratamiento: cómo lidiar con la misofonía

La misofonía es un trastorno relativamente joven en el panorama científico y aún no ha encontrado su lugar preciso en la clasificación nosográfica.

Hasta la fecha, no se conocen terapias farmacológicas efectivas, distintas de los psicofármacos, que traten más las reacciones o trastornos psicológicos copresentes que la tolerancia al sonido.

Algunas terapias psicológicas han demostrado cierta eficacia.

Estos incluyen la terapia de sonido o TRT (terapia de reentrenamiento de tinnitus), cuyo objetivo es elevar el umbral de tolerabilidad a sonidos específicos.

Consiste en someter al paciente a un sonido no tolerado con intensidad y duración crecientes.

La efectividad de la terapia es variable y requiere una evaluación adicional.

También se utilizan formas de psicoterapia, incluida la terapia cognitivo-conductual, particularmente cuando el aspecto psicológico del problema prevalece en sus causas y manifestaciones.

Útil, en muchos casos, es la terapia familiar, al menos en esa capacidad que permite a quienes rodean al sujeto una mejor comprensión del problema.

Como siempre, la correcta comprensión de un problema es la conditio sine qua non para un primer planteamiento y resolución.

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