Cáncer de testículo: causas, síntomas, diagnóstico y tratamiento

El cáncer de testículo, o cáncer testicular, es una neoplasia que se origina a partir de células de las gónadas masculinas, tanto germinales como no germinales

El origen de este proceso no es fácil de identificar, pero los estudios clínicos han destacado factores o condiciones que aumentan el riesgo, como la criptorquidia, antecedentes familiares de enfermedades neoplásicas, infertilidad, tabaquismo y estatura alta.

Este proceso neoplásico se presenta como una pequeña hinchazón en los testículos, de forma tosca como un garbanzo, ya veces con dolor escrotal.

Si se diagnostica a tiempo, las posibilidades de recuperación son muy altas gracias a la cirugía, la quimioterapia y, en los casos más graves, la radioterapia.

¿Qué es el cáncer testicular?

El cáncer de testículo no es una neoplasia maligna muy frecuente y puede localizarse en una o ambas gónadas o testículos masculinos.

Los tumores testiculares pueden ser de diferentes tipos, dependiendo de las células de las que se originen.

Si el tumor se origina en las células germinales (es decir, las que producen los espermatozoides) podemos hablar de:

  • Seminomas: neoplasias de evolución más favorable. Las células germinales tienen un crecimiento descontrolado que conduce a una transformación maligna y son los tumores más frecuentes en hombres entre 40 y 50 años. Es posible que también involucren en el proceso algunas células no seminales, en este caso podemos hablar de formas germinales mixtas.
  • No seminomas: estos pueden incluir diversas formas de cáncer, como carcinomas embrionarios, tumores del saco vitelino, teratomas y coriocarcinomas.
  • Tumores testiculares que se originan en células no germinales o estromales y suponen alrededor del 5% del total. Estos incluyen el tumor de células de Sertoli y el tumor de células de Leydig.

El cáncer testicular es una enfermedad que afecta al 1% de todos los cánceres que afectan a los hombres y representa del 3 al 10% de los cánceres que afectan al sistema urogenital masculino.

Por lo general, se desarrolla entre las edades de 15 y 44 años, particularmente en caucásicos.

Aunque la frecuencia de esta neoplasia ha aumentado -inexplicablemente- de forma espectacular en los últimos años, la tasa de mortalidad ha disminuido claramente gracias a los grandes avances en su tratamiento.

Si se diagnostica a tiempo, el cáncer de testículo responde bien al tratamiento.

Aunque tiende a afectar solo una gónada, es posible que un hombre que ha sufrido un tumor en un testículo pueda desarrollarlo también en el otro.

¿Cuales son las causas?

Como suele suceder, las causas que conducen al desarrollo de esta neoplasia aún no se comprenden del todo.

Sin embargo, existen algunos factores que aumentan el riesgo, como el síndrome de Klinefelter y otras patologías que implican un desarrollo anormal del testículo, la infertilidad y la presencia de otras neoplasias en la familia.

La criptorquidia, es decir, la falla de uno o dos testículos para descender al escroto, también puede contribuir al desarrollo de la neoplasia, pero también el hábito de fumar cigarrillos y la estatura alta.

Síntomas y complicaciones

El primer signo que indica la posible formación del tumor es un bulto duro que no duele a la palpación de los testículos.

Las dimensiones varían, puede ser del tamaño de una semilla o de una mandarina, aunque en la mayoría de los casos es más o menos del tamaño de un garbanzo.

Aunque no es el origen del dolor, en algunos casos la presencia de la masa puede estar asociada a síntomas dolorosos que se irradian a todo el escroto y a un aumento de volumen del testículo, lo que podría ser causado por un edema intratumoral inflamatorio.

También existen otros síntomas que, aunque no son propios del tumor, no deben pasarse por alto, y son:

  • contracción testicular,
  • Presencia de sangre en orina y semen,
  • Dolor en la parte inferior del abdomen,
  • Ginecomastia o agrandamiento del tejido mamario en los hombres.

Aunque todos los síntomas descritos, incluida la formación de una pequeña masa, son signos importantes de la posible presencia del tumor, es recomendable contactar rápidamente con el médico de cabecera cuando aparezca uno o más signos: en el caso de una neoplasia, de hecho, cuanto más oportuno sea el diagnóstico, más pronto será posible intervenir y más probable es que las terapias conduzcan a un buen resultado.

Aunque las posibilidades de recuperación son altas, no se debe subestimar en absoluto: una neoplasia testicular -si se origina en ciertos tejidos o no se trata adecuadamente- puede producir metástasis, extendiéndose a otras partes del cuerpo.

A través del sistema linfático o sanguíneo puede llegar a los ganglios linfáticos (primero cercanos y luego lejanos) o en los órganos más importantes como el hígado y los pulmones.

Por ello, sería bueno realizar un autoexamen periódico del escroto en busca de anomalías, para poder intervenir lo antes posible.

Diagnóstico de cáncer de testículo

Una vez que haya identificado estos síntomas, es recomendable contactar a su médico.

Inicialmente, se le harán algunas preguntas para identificar los factores de riesgo y los síntomas relacionados con el cáncer de testículo.

A continuación, pasaremos a la exploración física, durante la cual el especialista identificará y observará la inflamación a través de la palpación.

En este punto, la sospecha debe confirmarse con pruebas diagnósticas: en primer lugar, se debe realizar una ecografía escrotal que nos permitirá establecer si estamos ante una masa sólida o una colección de líquidos; se tendrá que tomar una muestra de sangre para determinar los marcadores tumorales.

Este término indica aquellas sustancias particulares que el tumor libera en la sangre.

Esta metodología de investigación debe incluirse en una ruta diagnóstica bien definida, de hecho, no es seguro que el cáncer de testículo produzca marcadores detectables en el torrente sanguíneo, por lo que es necesario proceder con cautela e integrar esta prueba con otras.

Las sustancias que podrían rastrearse son AFP, HCG o LDH.

Probablemente será necesario realizar una biopsia de la masa que dará la confirmación definitiva de la posible presencia de cáncer testicular.

Se tendrá que tomar una pequeña porción de tejido del testículo para poder observarlo bajo un microscopio.

Con este método, las células tumorales se reconocen fácilmente.

Si el médico teme que ya se hayan producido procesos metastásicos, prescribirá diversos controles radiológicos: en concreto, solicitará la realización de una radiografía de tórax, un TAC o una resonancia magnética.

Obviamente, la gravedad del tumor puede ser variable y depende de las características que posea: en particular, se consideran el tamaño de la masa y la capacidad de difusión de las células tumorales.

Encontramos 4 etapas:

Etapa 1: cuando el tumor se limita al testículo afectado.

Etapa 2: en este caso el tumor afecta el testículo y los ganglios linfáticos cercanos al escroto (los del abdomen y la zona pélvica).

Etapa 3: el cáncer ha hecho metástasis a los ganglios linfáticos del tórax.

Etapa 4: Esta es la etapa más grave del cáncer. El proceso de metástasis ha afectado no solo a los ganglios linfáticos sino también a órganos como los pulmones y el hígado.

Por ello, entendemos la necesidad de un diagnóstico oportuno, que permita tratar el cáncer de testículo con excelentes resultados: el 90% de los pacientes se recupera completamente después de la cirugía.

Además, es posible que con un diagnóstico precoz solo sea necesario un ciclo de quimioterapia -llamado vigilancia-, mientras que en una fase avanzada pueden ser necesarios más ciclos de quimioterapia también asociados a radioterapia, con todos los efectos secundarios del caso.

Se ha encontrado que el 25-30% de los pacientes recuperados experimentan una recaída dentro de los dos años posteriores a la cirugía.

Por ello, durante este periodo de tiempo, el médico establecerá un plan terapéutico de control, con pruebas diagnósticas periódicas, primero más frecuentes (generalmente cada 3 meses en el primer año) luego más espaciadas en el tiempo (cada 6 meses en el segundo año). año). año y una vez al año a partir del tercer año postoperatorio).

Tratamientos para combatir el cáncer de testículo

La única forma de curar el cáncer testicular de forma permanente es la cirugía llamada orquidectomía, que consiste en la extirpación del testículo afectado.

Esta operación se realiza bajo anestesia general: se hace una pequeña incisión en la ingle, como para permitir que salga el testículo.

Si el paciente lo solicita, principalmente por razones estéticas, el cirujano puede insertar una prótesis artificial de silicona en lugar del testículo extirpado.

Tras la operación -dependiendo de la gravedad del tumor- es posible que se decida extirpar también los ganglios abdominales y sea necesario realizar uno o más ciclos de quimioterapia y, posiblemente, también ciclos de radioterapia.

De esta manera, de hecho, es posible eliminar permanentemente las células cancerosas del cuerpo.

La cirugía de extirpación de ganglios linfáticos no presenta contraindicaciones particulares, aunque en algunos casos puede presentar un trastorno conocido como eyaculación retrógrada.

La situación es diferente para la quimioterapia y la radioterapia.

La quimioterapia consiste en administrar medicamentos capaces de matar todas las células que se reproducen rápidamente, incluidas las células cancerosas.

La radioterapia, por otro lado, somete al paciente a varios ciclos de radiación ionizante que tienen como objetivo destruir las células tumorales.

Estos tratamientos, si bien son necesarios, tienen muchos efectos secundarios, como náuseas, diarrea, agotamiento, fatiga, pérdida de cabello y vulnerabilidad a otras infecciones.

En el caso de que el tumor sea bilateral, se extirparán ambos testículos: entonces será necesario un tratamiento hormonal para restaurar la capacidad de erección pero será imposible restaurar la fertilidad.

Sin embargo, en el caso de la extirpación de un solo testículo, la libido y la fertilidad del paciente permanecen sin cambios.

Prevención

No existen técnicas de prevención eficaces para el cáncer de testículo, pero se puede tratar rápidamente: esto es posible gracias al autoexamen para detectar anomalías.

Obviamente, se debe prestar especial atención a aquellos hombres que presenten los factores de riesgo ilustrados anteriormente.

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