Fibroma uterino: un bosquejo del tumor femenino benigno más común

Una de cada cuatro mujeres, entre 30 y 60 años, desarrolla fibroma uterino, un tumor benigno que en ocasiones no da señales de sí mismo, mientras que otras puede manifestarse con anemia por sangrado abundante, dolor pélvico e infertilidad.

Siempre es fundamental no subestimar el problema y prestar atención a las primeras señales de alarma, como el sangrado uterino anormal, los ciclos menstruales frecuentes o anormalmente abundantes y los aumentos de volumen en el abdomen.

¿QUÉ SON LOS FIBROMAS UTERINOS?

Los fibromas (o miomas) uterinos se originan en el tejido muscular del útero y representan la neoplasia benigna femenina más frecuente, especialmente durante la edad fértil.

En casos particulares, si se descuidan y crecen, los miomas pueden deteriorar significativamente la calidad de vida de la paciente, por lo que es importante no posponer las revisiones ginecológicas, que, salvo indicación en contrario del especialista, deben ser anuales.

FIBROMA UTERINO, SÍNTOMAS

Mientras que en muchos casos los fibromas uterinos no se acompañan de molestias, en otros pueden causar molestias significativas.

Los fibromas submucosos son los más problemáticos y provocan una menstruación muy abundante y metrorragia (sangrado abundante que no se debe a la menstruación).

También pueden causar dolor pélvico, lo que provoca un empeoramiento de la calidad de vida de quien lo padece y puede afectar a la fertilidad.

De hecho, la presencia de un fibroma altera la anatomía normal y la función del útero.

DIAGNOSIS

El diagnóstico de fibroma uterino se realiza mediante un examen ginecológico especializado combinado con ecografía transvaginal y (si es necesario) transabdominal.

Cuando los fibromas se presentan de manera silenciosa o asintomática, pueden detectarse por casualidad durante un chequeo ginecológico.

TRATAMIENTOS PARA EL FIBROMA UTERINO

Los miomas suelen ser asintomáticos: en estos casos, el tratamiento se basa en un seguimiento periódico -mediante examen ginecológico y ecografía- para comprobar si hay cambios en su volumen y posición.

Cuando, por el contrario, los miomas son sintomáticos, se pueden utilizar terapias farmacológicas, cirugía o cirugía de embolización.

La terapia farmacológica se basa en el uso de la píldora anticonceptiva estro/progestágeno, progesterona natural, fármacos progestágenos o inyecciones con 'análogos de GnRH' (hormona liberadora de gonadotropina).

Recientemente, también se han introducido nuevos fármacos que combinan antagonistas de la GnRH con estrógenos.

Los medicamentos utilizados son efectivos en los trastornos menstruales, pero a menudo no son capaces de detener el crecimiento de los fibromas, por lo que la mayoría de las veces tienen una efectividad temporal (es decir, los síntomas reaparecen una vez que finaliza el tratamiento).

Además, el tratamiento farmacológico solo se utiliza en casos específicos: por ejemplo, para tratar la anemia causada por miomas o como terapia preparatoria para una cirugía.

La terapia quirúrgica del fibroma uterino tiene como objetivo eliminar

Dependiendo del tipo, tamaño y número de fibromas, se pueden emplear diferentes técnicas quirúrgicas.

Con la laparoscopia, los instrumentos quirúrgicos y ópticos para realizar la operación se insertan en la cavidad abdominal a través de pequeñas incisiones.

En el caso de la cirugía tradicional, la operación se realiza a través de una incisión más grande en la pared abdominal (laparotomía).

Con la histeroscopia, en cambio, la operación se realiza introduciendo los instrumentos quirúrgicos en la cavidad uterina, a través de la vagina.

Esta técnica permite la extirpación de un tipo particular de miomas, aquellos con desarrollo endocavitario.

Dependiendo del caso, la evolución, la edad de la paciente, el deseo de maternidad y la preferencia de la paciente, las opciones quirúrgicas varían desde operaciones más conservadoras hasta la posible o necesaria extirpación del útero.

La embolización es una técnica radiológica intervencionista mediante la cual se identifica y ocluye la arteria que 'alimenta' al fibroma, privando así al fibroma del suministro de sangre del que se nutre para crecer.

La maniobra supone así una reducción progresiva del volumen del propio mioma sin necesidad de cirugía.

Sin embargo, este procedimiento no es factible para todos los miomas y, a menudo, genera dolor y pérdida de sangre durante la fase de reabsorción del fibroma.

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Fuente

Niguarda

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