Rosácea, esto es lo que debe hacer por la salud de su piel

La rosácea es un trastorno crónico de la piel bastante común que afecta principalmente a los adultos, en particular a las personas de tez y cabello claros.

Es una forma de dermatitis crónica benigna caracterizada por la presencia de capilares dilatados que en la mayoría de los casos afecta principalmente a la zona central del rostro, como las mejillas, la nariz, la frente y el mentón; debido a la predisposición de los individuos de tez clara a manifestar este trastorno, también se le conoce como la maldición de los celtas.

La inflamación es generalmente benigna y la rosácea no presenta riesgos ni complicaciones graves para el paciente.

El acné rosácea se caracteriza por un curso progresivo dentro del cual se pueden distinguir cuatro fases: una fase prerosácea, una fase vascular, una fase inflamatoria y finalmente una fase avanzada.

Los principales síntomas incluyen enrojecimiento, inflamación, aparición de pequeños granitos y dilatación de los vasos sanguíneos superficiales, que en conjunto dan el aspecto de 'mejillas rojas' típicas de este trastorno.

¿Qué es la rosácea?

La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel caracterizada por enrojecimiento de la zona central del rostro, erupciones cutáneas y dilatación patológica de los vasos sanguíneos superficiales.

Los síntomas pueden variar bastante de un paciente a otro, de hecho, este trastorno a menudo se puede confundir con otras afecciones dermatológicas, como alergias en la piel o dermatitis.

El acné rosácea generalmente tiene un curso progresivo, con un empeoramiento gradual de los síntomas con el tiempo; en otros casos puede ser cíclico, con fases en las que los síntomas son más agudos, intercalados con periodos en los que el trastorno es menos notorio.

Se pueden identificar cuatro etapas diferentes de la enfermedad:

  • Fase pre-rosácea: en sus primeras etapas, la rosácea se manifiesta con síntomas leves, como sensación de calor y congestión del rostro acompañada de enrojecimiento de la piel.
  • Fase vascular: a medida que la enfermedad empeora, el enrojecimiento se vuelve persistente y la cara puede presentar eritema y edema; además, puede producirse telangiectasia, es decir, los capilares y los vasos sanguíneos se dilatan y se vuelven más prominentes en la superficie (cuperosis).
  • Fase inflamatoria (acné rosácea): la tercera etapa implica la aparición de erupciones en la piel, que pueden ser pequeños granos y pápulas o verdaderas pústulas con acumulación de pus debido a una sobreinfección bacteriana o la presencia de Demodex follicolorum.
  • Etapa avanzada: en la etapa más avanzada de la enfermedad, las lesiones se vuelven persistentes y más evidentes, y en algunos casos puede presentarse hiperplasia tisular con engrosamiento de la piel e hinchazón de la nariz (rinofima) y mejillas.

Aunque no existe una cura definitiva para esta enfermedad, es posible someterse a algunos tratamientos y terapias específicas para aliviar los síntomas y controlar la degeneración.

Si no se trata adecuadamente, la rosácea puede dar lugar a lesiones permanentes en la piel y también extenderse a la región alrededor de los ojos (rosácea ocular).

Los síntomas de la rosácea ocular incluyen inflamación de los párpados, que en ocasiones puede extenderse a la conjuntiva, el iris, la esclerótica y la córnea; el paciente también puede experimentar picor, sensación de cuerpo extraño en el ojo, enrojecimiento e hinchazón del ojo. Sin embargo, en ambas formas, la rosácea no es un trastorno particularmente grave y no es contagiosa.

¿Cuáles son los síntomas?

Como ya se mencionó, las manifestaciones del acné rosácea pueden variar de un individuo a otro y los pacientes pueden presentar síntomas de diversa gravedad y extensión según el caso específico.

Aunque no existe una cura que pueda erradicar definitivamente esta enfermedad, sus signos pueden contrarrestarse mediante la realización de terapias dirigidas, por lo que es fundamental reconocerla precozmente e intervenir a tiempo para tratar el trastorno.

Los principales síntomas de la rosácea incluyen

  • Enrojecimiento de la piel: el enrojecimiento puede ser repentino y temporal o persistente, y se concentra principalmente en el centro de la cara;
  • Enrojecimiento o ardor;
  • Aparición de lesiones y erupciones como pápulas o pústulas;
  • Rinofima, es decir, hinchazón y agrandamiento de la nariz;
  • Teleangiectasias, es decir, la aparición de capilares visibles en la nariz y las mejillas;
  • Engrosamiento de la piel;
  • Edema.

En muchos casos, los pacientes con acné rosácea también pueden desarrollar rosácea ocular, cuyos síntomas se extienden al área de los ojos e incluyen:

  • Irritación y ardor en los ojos
  • Conjuntivitis
  • Ojos secos
  • Hinchazón de los párpados
  • Mayor sensibilidad a la luz
  • Rasgando

En casos severos, la rosácea también puede desarrollarse en la cuello, pecho, cuero cabelludo y orejas.

Principales causas de la rosácea

Las causas exactas de la aparición de la rosácea aún se desconocen, pero los expertos creen que es una combinación de diferentes factores, que incluyen una predisposición genética, factores ambientales y razones inmunológicas; ciertos hábitos y estilos de vida también pueden influir en la aparición del acné rosácea.

Las causas que pueden contribuir a la aparición de este trastorno son:

  • Ingesta de comidas y bebidas calientes, especiadas o especiadas;
  • Consumo de alcohol y cafeína;
  • Fumar;
  • Cambios de temperatura y climas que son demasiado fríos o demasiado calientes;
  • Exposición excesiva a la luz solar;
  • Estados de estrés, ansiedad, ira o vergüenza;
  • Actividad física intensa;
  • Menopausia
  • Enfermedades vasculares y trastornos de la microcirculación;
  • Terapias farmacológicas a base de corticoides y otras sustancias vasodilatadoras.

También se ha planteado la hipótesis de una correlación entre el acné rosácea y las infecciones por Helicobacter pylori, así como la participación de los ácaros de la piel Demodex follicolorum, que proliferan en la cara de los pacientes con rosácea.

Diagnóstico

Como ya se ha señalado, debido a la naturaleza degenerativa de la rosácea, un diagnóstico temprano desde las primeras etapas de la enfermedad es de suma importancia para evitar el agravamiento de los síntomas que, de lo contrario, podrían conducir a lesiones permanentes en la piel.

Desafortunadamente, no existen pruebas específicas para diagnosticar el acné rosácea, pero un dermatólogo experimentado podrá identificar los síntomas típicos de este trastorno y diferenciarlo de otras enfermedades de la piel con manifestaciones similares.

Por lo tanto, el diagnóstico de la rosácea se basa únicamente en la evaluación clínica de los síntomas y el análisis de las lesiones cutáneas.

Aunque en algunos casos puede presentarse con síntomas similares a otros trastornos, como el acné vulgar, la mayor incidencia en adultos y la ausencia de comedones (es decir, puntos negros y puntos blancos) facilitan su distinción.

Para identificar con precisión la afección y prescribir el tratamiento más adecuado, también se debe realizar un diagnóstico diferencial con respecto a dermatitis y eccemas, seborrea, lupus y psoriasis.

Curas y tratamientos

Aunque, como se mencionó anteriormente, no existe una cura real para la rosácea, existen varias opciones de tratamiento y terapias específicas disponibles que pueden aliviar los signos evidentes de la enfermedad y mantener los síntomas bajo control.

En primer lugar, para no incurrir en un empeoramiento de los síntomas, es mejor evitar los desencadenantes descritos en los párrafos anteriores y cuidar adecuadamente la piel mediante el uso de cremas hidratantes, limpiadores suaves y protectores solares.

Existen varias alternativas para el tratamiento de la rosácea, que pueden incluir la aplicación tópica de medicamentos, la toma de medicamentos específicos o el uso de técnicas más invasivas, como la cirugía y la terapia con láser, para combatir las imperfecciones resultantes de la enfermedad.

La duración del tratamiento depende de los síntomas y de su gravedad, pero a menudo es necesaria una terapia a largo plazo para evitar recurrencias.

Para combatir la rosácea en su fase acné-pustulosa, el tratamiento más indicado es la aplicación diaria de cremas y lociones antiinflamatorias y antibacterianas a base de ácido azelaico, mientras que algunos tipos específicos de láser pueden estar indicados para tratar las telangiectasias en la segunda etapa de la enfermedad.

En el caso de la rosácea ocular, los antibióticos y el uso de colirios con esteroides pueden ser útiles para tratar la inflamación.

En formas más avanzadas, la cirugía como la electrocirugía y la terapia con láser ablativo se pueden usar para eliminar lesiones más pronunciadas y la acumulación de tejido alrededor de la nariz.

¿Cómo prevenir la rosácea?

Para los pacientes con rosácea o aquellos que están predispuestos a esta enfermedad, existen algunos pasos simples que se pueden tomar para evitar o reducir los síntomas causados ​​por el trastorno.

Con base en lo anterior, es importante identificar los factores de riesgo que pueden desencadenar la rosácea; algunas medidas preventivas pueden por lo tanto ser

  • limitar el consumo de alimentos muy picantes o picantes;
  • evite las bebidas calientes, el alcohol y las bebidas con cafeína;
  • prestar atención a los cambios de temperatura, particularmente en invierno puede ser útil cubrirse la cara con un pañuelo para evitar una exposición excesiva al frío o al viento;
  • evite la exposición excesiva a la luz solar y tenga cuidado de aplicar cremas protectoras de amplio espectro;
  • limitar el esfuerzo y la actividad física extenuante;
  • aunque es difícil, intente mantener los niveles de estrés emocional bajo control tanto como sea posible.

Otros consejos útiles a seguir incluyen

  • seguir escrupulosamente el plan de tratamiento y si es necesario aplicar diariamente las lociones indicadas por el médico, incluso después de que desaparezcan los síntomas (la rosácea es una enfermedad recurrente)
  • utilizar limpiadores específicos y productos neutros para la limpieza facial, evitando especialmente los agentes químicos agresivos y los cosméticos que contengan perfumes;
  • Evite tocar o frotar demasiado la piel de la cara.

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