Insuficiencia aórtica: causas, síntomas, diagnóstico y tratamiento de la insuficiencia aórtica

La insuficiencia aórtica, también conocida como regurgitación aórtica, es una afección cardíaca caracterizada por un reflujo de sangre desde la aorta hacia el ventrículo izquierdo debido a una anomalía de la válvula aórtica.

En estos casos, la válvula no cierra herméticamente, lo que impide que la sangre se dirija correctamente a los órganos periféricos.

Esta es una condición grave que, si no se trata adecuadamente, puede traer complicaciones graves para el paciente, que puede sufrir arritmias, insuficiencia cardíaca o infartos de miocardio.

Hay varias causas de insuficiencia aórtica

Puede ser congénita, es decir, por malformaciones o enfermedades hereditarias, o adquirida, es decir, por enfermedades del corazón, hipertensión o infecciones graves, o por el proceso normal de envejecimiento.

Los pacientes que padecen insuficiencia aórtica pueden presentar síntomas como debilidad, fatiga, palpitaciones y dolor torácico.

Dependiendo del caso específico, el tratamiento de esta condición puede implicar terapia con medicamentos o, en casos más severos, cirugía.

¿Qué es la insuficiencia aórtica?

La insuficiencia aórtica es una patología cardiaca perteneciente al grupo de las valvulopatías, es decir, enfermedades que afectan a las válvulas del corazón. En este caso, es la válvula aórtica, una de las cuatro válvulas responsables de controlar el flujo sanguíneo dentro del músculo cardíaco, la que se ve afectada.

Conecta el ventrículo izquierdo con la aorta, la arteria principal del cuerpo humano que lleva sangre a los órganos y tejidos periféricos.

En pacientes con insuficiencia aórtica, esta válvula tiene una anomalía que impide que se cierre herméticamente, lo que provoca un reflujo de sangre hacia el ventrículo durante la diástole.

En general, esta es una enfermedad bastante común, que tiene una alta incidencia, especialmente en pacientes de edad avanzada.

Si no se trata adecuadamente, puede generar complicaciones graves para el paciente: debido a la disminución del gasto cardíaco, puede ocurrir insuficiencia cardíaca, lo que resulta en un suministro insuficiente de sangre al cuerpo.

No obstante, en la mayoría de los casos, la insuficiencia aórtica es bien tolerada y los síntomas pueden tardar años en aparecer.

Es posible distinguir tres niveles de gravedad de la enfermedad

  • insuficiencia leve: caracterizada por una mínima regurgitación de sangre, que no produce síntomas significativos, pero que debe controlarse de cerca a lo largo del tiempo;
  • insuficiencia moderada: el reflujo sanguíneo es tal que puede conducir a una hipertrofia ventricular que, a la larga, puede provocar alteraciones irreversibles en la estructura y función cardíacas;
  • Insuficiencia severa: puede ser el resultado de la degeneración de la enfermedad o puede surgir repentinamente debido a infecciones y otras enfermedades del corazón. Da como resultado síntomas de insuficiencia cardíaca y puede reducir la esperanza de vida si no se trata adecuadamente.

Anatomia del corazon

Para comprender mejor la importancia de la función que realiza la válvula aórtica, puede ser útil repasar brevemente la anatomía del corazón.

Es posible dividir el músculo cardíaco en dos mitades: un lado derecho y otro izquierdo; cada una de las dos mitades consta de dos cavidades distintas dentro de las cuales fluye la sangre, a saber, las aurículas (superior) y los ventrículos (inferior).

Las aurículas y los ventrículos están separados por el tabique interauricular y el tabique interventricular respectivamente, mientras que la aurícula y el ventrículo de la misma mitad están conectados por las válvulas auriculoventriculares.

Hay dos válvulas auriculoventriculares: la válvula tricúspide en el lado derecho del corazón y la válvula mitral en el lado izquierdo; su función es evitar el reflujo de sangre desde el ventrículo hacia la aurícula.

Otras dos válvulas, conocidas como válvulas semilunares, también se encuentran en las cavidades ventriculares: la válvula semilunar pulmonar, que controla el flujo de sangre desde el ventrículo derecho a la arteria pulmonar, y la válvula aórtica, que regula el flujo de sangre desde el ventrículo izquierdo a la aorta.

Los movimientos requeridos por el corazón para bombear sangre dentro del músculo miocárdico y hacia el resto del cuerpo se denominan sístole (fase de contracción) y diástole (fase de relajación).

Causas de inicio

Como ya se mencionó, la insuficiencia aórtica se puede distinguir en formas congénitas, es decir, debido a factores presentes desde el nacimiento de un individuo, y formas adquiridas, es decir, desarrolladas con el tiempo debido a eventos traumáticos, trastornos patológicos o con la edad avanzada.

Las causas de la insuficiencia aórtica congénita generalmente están relacionadas con

  • Malformaciones, por ejemplo, válvula aórtica bicúspide.
  • Enfermedades genéticas, por ejemplo, el síndrome de Marfan y el síndrome de Ehlers-Danlos, dos enfermedades hereditarias que afectan a los tejidos conectivos.
  • Osteogénesis imperfecta, un trastorno genético caracterizado por fragilidad ósea que predispone a fracturas y lesiones.

Las causas de insuficiencia aórtica adquirida incluyen

  • Envejecimiento: el avance de la edad pone en marcha un proceso degenerativo general, que puede hacer que las cúspides de las válvulas se vuelvan más gruesas y rígidas debido a la acumulación de depósitos de calcio en la válvula, lo que lleva a una disminución de la eficacia del mecanismo de cierre hermético del orificio.
  • Endocarditis: una inflamación severa, generalmente de origen bacteriano, que puede afectar el revestimiento interno del corazón (endocardio) y las válvulas cardíacas.
  • Hipertensión: esta es una condición patológica de naturaleza crónica que resulta en un aumento crónico y anormal de la presión arterial.
  • Otras valvulopatías, en particular la insuficiencia aórtica, a menudo se asocian con estenosis aórtica.
  • Infecciones y fiebre reumática: es un proceso inflamatorio debido a una infección bacteriana por Streptococcus beta-hemolítico del grupo A. Debido a la infección, el sistema inmunológico comienza a reaccionar contra el organismo a defender.
  • Eventos traumáticos.

En casos más raros, la valvulopatía aórtica también puede ocurrir como consecuencia de otros trastornos como el lupus eritematoso sistémico, la espondilitis anquilosante, la sífilis, la artritis reactiva, la enfermedad de Behçet o la disección aórtica.

¿Cuáles son los principales síntomas?

Como se mencionó anteriormente, la insuficiencia aórtica puede tener diferentes niveles de severidad: en las primeras etapas, la enfermedad se presenta casi asintomática, con regurgitación mínima detectable solo por examen cardíaco; sin embargo, esta condición tiende a empeorar con el tiempo y, a la larga, puede provocar síntomas cada vez más graves.

Desde las primeras etapas, es posible detectar en pacientes con insuficiencia aórtica, un soplo cardíaco, es decir, un ruido anormal debido a la turbulencia del flujo sanguíneo a su paso por la válvula que funciona mal.

Los síntomas asociados con la insuficiencia aórtica incluyen

  • Sensación de cansancio y debilidad;
  • Incapacidad para realizar esfuerzo físico;
  • Disnea de esfuerzo, es decir, dificultad para respirar durante la actividad física;
  • Astenia o sensación de desmayo;
  • edema de miembros inferiores;
  • Angina de pecho o dolor en el pecho;
  • síncope o presíncope, debido a la reducción del riego sanguíneo;
  • palpaciones;
  • Arritmias cardíacas o alteraciones en el ritmo de contracción del corazón;

Diagnóstico

Para detectar una valvulopatía aórtica es necesaria una minuciosa exploración cardiológica, tras la cual el cardiólogo puede prescribir una serie de pruebas específicas.

Durante la revisión, el médico realiza una prueba objetiva para valorar los síntomas que refiere el paciente, ausculta el corazón para detectar soplos cardíacos y examina detenidamente los antecedentes personales y familiares del paciente para comprobar si existen patologías previas o enfermedades genéticas que puede conducir a problemas cardíacos.

Las investigaciones necesarias para diagnosticar la insuficiencia aórtica pueden incluir

  • Electrocardiograma (ECG): mide la actividad eléctrica del corazón, lo que permite detectar hipertrofia y sobrecarga funcional del ventrículo izquierdo.
  • Ecocardiografía: nos permite obtener una imagen de la estructura cardíaca y mostrar las estructuras anatómicas del músculo cardíaco, destacando las malformaciones y anomalías en el grosor y tamaño de las cavidades.
  • Eco-color-doppler: se trata de un tipo especial de ecografía que permite analizar el flujo sanguíneo en el interior del corazón y estimar la magnitud del reflujo sanguíneo entre la aorta y el ventrículo izquierdo en diástole, para evaluar la gravedad de la patología.
  • Radiografía de tórax (radiografía de tórax).
  • Prueba de estrés.
  • Cateterismo cardíaco: es una prueba invasiva que consiste en la introducción de un catéter hasta el corazón, para medir la presión en el interior de los ventrículos y el tamaño de los orificios de las válvulas, para evaluar la gravedad de la insuficiencia.

Cuidado y tratamiento

El tratamiento más adecuado para la insuficiencia aórtica puede variar según la naturaleza del trastorno, la extensión de la regurgitación y la gravedad de los síntomas informados, o la edad del paciente.

Como ya se ha señalado, en casos de insuficiencia leve no es necesario ningún tratamiento, pero es importante controlar escrupulosamente el estado con exámenes cardiológicos periódicos.

En general, no existen fármacos específicos para el tratamiento de la insuficiencia aórtica, sin embargo, se puede seguir una farmacoterapia para controlar los síntomas más graves y evitar posibles complicaciones.

Los medicamentos que se pueden usar incluyen:

  • inhibidores de la ECA para reducir el estrés cardíaco;
  • antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARB);
  • Bloqueadores de los canales de calcio;
  • Diuréticos, en el caso de hipertensión y edema de los miembros inferiores;
  • Digoxina;
  • Antibióticos, en el caso de endocarditis e infecciones.

En el caso de pacientes jóvenes con insuficiencia aórtica severa, el abordaje más adecuado consiste en la terapia quirúrgica para reparar o reemplazar la válvula aórtica.

El propósito de la reparación es remodelar la válvula para restaurar su función original, pero desafortunadamente solo en una pequeña cantidad de casos.

Puede realizarse por toracotomía o por abordajes menos invasivos como minitoracotomía o transcatéter.

Cuando la reparación no es posible, la válvula aórtica puede ser reemplazada por una de tipo artificial o biológica.

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