Prolapso uterino: ¿qué es y cómo se trata?

Cuando el útero desciende de la pelvis menor, se llama prolapso uterino.

Es una forma particular de POP (prolapso de órganos pélvicos), una afección que puede provocar un prolapso (y por tanto descenso) de la uretra, vejiga, intestino delgado, recto, vagina o útero, debido a una debilidad excesiva de los músculos pélvicos.

Generalmente causado por el parto (especialmente si hay más de uno), el envejecimiento, una condición de obesidad, una lesión traumática o el hábito de aumentar la presión en el abdomen (por ejemplo, si realiza un trabajo que implica levantar pesas constantemente), prolapso de órganos pélvicos. puede variar en gravedad.

La incidencia real es difícil de calcular ya que, en sus formas más leves, el descenso de uno de estos órganos puede ser totalmente asintomático y la persona no requiere asesoramiento médico.

Según la ICS (Sociedad Internacional de Continencia) el prolapso de primera y segunda etapa afecta al 48% de la población femenina, el prolapso de tercer y cuarto grado al 2% de las mujeres.

En el caso concreto del prolapso uterino, este se produce cuando el útero desciende hasta ocupar la vagina.

Normalmente, el paciente experimenta dolor y una sensación de pesadez en la zona genital.

Por eso, fortalecer el suelo pélvico, tomando medidas preventivas, se vuelve fundamental.

Prolapso uterino: ¿qué es?

Cuando se produce un prolapso uterino, el útero pierde su relación fisiológica y desciende a la vagina.

Cuanto mayor sea la protrusión dentro de la vagina, más grave será el prolapso:

  • sólo una pequeña porción del útero está involucrada en el prolapso uterino de primer grado
  • en el prolapso uterino de segundo grado, el útero llega al introito vaginal,
  • En el prolapso uterino de tercer grado, el útero sobresale de la abertura de la vagina.
  • En el prolapso uterino de cuarto grado, el útero sobresale de la vagina.

Pero también hay una distinción más: se dice que el prolapso es incompleto cuando el útero está dentro de la vagina mientras que es completo si el deslizamiento es total y el órgano sale.

La causa principal, en el caso del útero, es la flacidez del suelo pélvico.

Este, situado en la zona pélvica en la base de la cavidad abdominal, incluye músculos, tejido conectivo y ligamentos y desempeña una función primaria: de hecho, mantiene los órganos pélvicos (útero, uretra, vejiga, intestino) en la posición correcta.

Si se lesiona o debilita, estos se deslizan hacia abajo y dan lugar a numerosos problemas.

Adjunto para albergar al feto durante el embarazo, el útero se sitúa entre la vejiga, el recto, las asas intestinales y la vagina, en la pelvis pequeña.

Cuando el suelo pélvico está sano, sólo el cuello uterino sobresale unos centímetros hacia la vagina.

Causas

Aunque las causas pueden ser numerosas, el principal motivo por el que se produce el prolapso uterino es el parto: la cabeza del bebé, durante la fase de expulsión, pasa por el canal vaginal y puede dañar tanto las estructuras conectivas como las musculares.

El prolapso es más probable que se produzca en caso de parto prolongado o especialmente complicado y es mucho más frecuente en mujeres multíparas.

Otra causa frecuente de prolapso uterino es la menopausia, cuando los ovarios cambian su función y los músculos se debilitan debido a la pérdida de fibras elásticas provocada por el nuevo activo hormonal.

Sin embargo, el prolapso uterino también puede ocurrir en casos de

  • obesidad
  • constipación crónica,
  • trabajo pesado,
  • deporte que implica el levantamiento constante de pesas,
  • Bronquitis crónica (debido a la tos que aumenta la presión intraabdominal).

El mecanismo subyacente del prolapso uterino es una lesión del suelo pélvico pero, como regla general (a menos que sea demasiado violento o el feto no sea demasiado grande), es poco probable que un solo parto o un solo evento cause prolapso uterino.

Hay bastantes factores de riesgo:

  • gran número de piezas,
  • envejecimiento,
  • cirugía en los órganos pélvicos,
  • enfermedades congénitas del colágeno,
  • tos crónica causada por enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

Quienes sufren de prolapso uterino leve no suelen experimentar ningún síntoma.

Es diferente el caso del prolapso uterino moderado y severo, cuyo síntoma principal viene dado por una sensación de estorbo a nivel de la vagina.

Cuando el útero sale de la vagina se siente una sensación de pesadez en la pelvis, como si hubiera un cuerpo extraño.

A menudo la mujer tiene dificultad para orinar, tiene pérdidas involuntarias de orina (incontinencia) o puede sentir una necesidad urgente de vaciar la vejiga.

Más raramente aparece dificultad para defecar.

Entre los principales síntomas del prolapso uterino se encuentra la dificultad para tener relaciones sexuales o una sensación dolorosa durante las mismas.

La incontinencia es el síntoma que más impacta en la calidad de vida del paciente.

Si las pérdidas de orina se producen tras un esfuerzo, ya sea levantar un peso o toser, intentamos solucionarlas con ejercicios para fortalecer el suelo pélvico y, sólo en una fase posterior, posiblemente procedamos a una operación quirúrgica.

Si, por el contrario, la incontinencia se debe a urgencia, y las pérdidas son posteriores a un estímulo miccional muy fuerte, casi nunca se practica la cirugía ya que la terapia de rehabilitación es más eficaz.

Para evitar que los síntomas se vuelvan “crónicos” y empeoren hasta impedir la vida cotidiana, es necesario contactar con su ginecólogo tan pronto como se sientan estos síntomas.

Entre las complicaciones más graves del prolapso vaginal se encuentran las úlceras vaginales (provocadas por el roce entre el útero extruido y las paredes de la vagina) y el prolapso de otros órganos pélvicos.

Una eventualidad, esta, provocada, de igual forma, por el debilitamiento del suelo pélvico.

Diagnóstico

El prolapso uterino (así como el prolapso de otros órganos pélvicos) es diagnosticado por el ginecólogo o urólogo mediante un examen pélvico: tras escuchar los síntomas de la paciente, el especialista explora el canal vaginal y evalúa la posición del útero mediante el espéculo. Finalmente, pide a la mujer que contraiga los músculos del suelo pélvico para comprender si éste sigue cumpliendo su función o si, por el contrario, no está excesivamente debilitado.

Sólo en casos raros puede ser necesario realizar más estudios, como una ecografía o una resonancia magnética nuclear: en general, el ginecólogo opta por realizarlos sólo cuando no es posible establecer con certeza la gravedad del prolapso.

Prolapso uterino: posibles terapias y curas

El tratamiento para el prolapso uterino depende de la gravedad del deslizamiento y de si hay otros órganos pélvicos afectados.

En general, salvo casos de extrema gravedad, se opta por el tratamiento conservador, pasando a la cirugía sólo en caso de fracaso del mismo.

El prolapso uterino de grado 1 no necesita tratamiento

Su médico le recomendará que pierda el exceso de peso y evite levantar objetos pesados.

También te enseñará a realizar algunos ejercicios de fortalecimiento del suelo pélvico conocidos como “ejercicios de Kegel”.

Consisten en contracciones voluntarias de los músculos que sostienen los órganos pélvicos: después de vaciar la vejiga, los músculos del suelo pélvico se contraen durante 5-10 segundos y se relajan durante el mismo tiempo.

El ejercicio se debe repetir 2-3 veces al día, haciendo series de 10 y teniendo cuidado de no mover los músculos abdominales, glúteos y piernas.

En el caso del prolapso uterino de 2º, 3º y 4º grado, si la terapia médico-rehabilitadora no produce efectos, es necesaria la cirugía.

En cualquier caso, se intenta evitar esta vía instaurando una terapia conservadora específica.

A las mujeres menopáusicas se les prescriben estrógenos, ya que es precisamente su disminución lo que, en pacientes de mayor edad, provoca un debilitamiento del suelo pélvico.

Una técnica revolucionaria, pues, la constituyen los pesarios de anillo o de cubo.

Fabricados en silicona, están sustituyendo a las operaciones quirúrgicas.

El pesario cúbico sólo se usa durante el día cuando la mujer está de pie y se retira por la noche antes de acostarse.

El pesario de anillo, utilizado por mujeres a las que les resulta difícil ponérselo y quitárselo todos los días, lo inserta el médico y se conserva durante 6 meses con un descanso de 20 a 30 días entre ciclos de tratamiento.

El pesario se introduce en la vagina y sirve para evitar que los órganos pélvicos se deslicen: si la mujer lo tolera bien, este tipo de tratamiento puede ser eficaz incluso de por vida.

Si estos tratamientos no dan los resultados deseados se procederá a la cirugía.

Existen muchas técnicas de intervención pero, habitualmente, se utiliza la histerectomía y la suspensión del útero.

En el primer caso, reservado a las mujeres que ya no quieren/pueden tener hijos, el útero se extrae mediante una incisión abdominal, trabajando por vía vaginal o mediante una laparoscopia mínimamente invasiva.

La suspensión del útero, en cambio, consiste en devolver el órgano a su posición fortaleciendo los ligamentos del suelo pélvico mediante el uso de un material sintético o la creación de un trasplante de tejido.

Los riesgos de la cirugía incluyen:

  • recurrencia del prolapso,
  • retención urinaria,
  • incontinencia urinaria,
  • dificultad para tener relaciones sexuales,
  • vejiga arreflexica.

El pronóstico depende de la gravedad del prolapso uterino y de las causas que lo desencadenaron.

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