Trastorno de aversión sexual: la disminución del deseo sexual femenino y masculino
La disminución del deseo sexual masculino y femenino, o su ausencia, son síntomas de los denominados trastornos del deseo sexual: trastorno del deseo sexual hipoactivo y trastorno de aversión sexual
La característica fundamental del trastorno del deseo sexual hipoactivo es la insuficiencia o ausencia de fantasías sexuales y el deseo de actividad sexual.
Esta disminución del deseo femenino o masculino puede ser global, e incluir todas las formas de expresión sexual, o puede ser situacional, cuando se limita a una pareja oa una actividad sexual específica.
El bajo deseo masculino o femenino, sin embargo, también puede ser secundario a otras disfunciones sexuales, trastornos mentales (especialmente depresión mayor, de la que es un síntoma real) o puede ser inducido por sustancias, alcohol o drogas (especialmente ciertos psicofármacos o anticonceptivos). pastillas).
Por lo tanto, primero se necesita una evaluación profesional para evaluar si la disminución del deseo en mujeres u hombres es secundaria a uno de estos factores o es un síntoma de un verdadero trastorno del deseo sexual.
Quienes padecen disminución del deseo sexual (trastorno de deseo hipoactivo) tienen poca motivación para buscar estimulación, no toman la iniciativa sexual (no son proceptivos) pero suelen ser receptivos, es decir, si son estimulados adecuadamente aceptan la oferta sexual y la disfrutan adecuadamente o, en el peor de los casos, no experimentan un gran placer pero sin embargo no experimentan emociones negativas al respecto.
Aunque el número de experiencias sexuales suele ser bajo, la presión de la pareja o necesidades no sexuales (p. ej., comodidad física o intimidad) pueden aumentar la frecuencia de los encuentros sexuales, a pesar de la disminución del deseo tanto en hombres como en mujeres.
Este trastorno de aversión, por otro lado, se caracteriza por la evitación activa del contacto sexual genital con una pareja sexual.
El sujeto no solo tiene bajo deseo, sino que refiere ansiedad, miedo o disgusto ante una oportunidad sexual con una pareja.
La aversión al contacto genital puede centrarse en un aspecto particular de la experiencia sexual (p. ej., secreciones genitales, penetración vaginal); algunos sujetos, por el contrario, experimentan una repulsión generalizada hacia todos los estímulos sexuales, incluidos los besos y las caricias.
La intensidad de la reacción del sujeto expuesto al estímulo que le produce aversión puede variar desde una ansiedad moderada, con falta de placer, hasta una psicológica extrema. angustia.
En estos casos no se trata de una disminución del deseo sexual, sino de una completa ausencia de deseo, ya que la mera idea de la sexualidad produce sentimientos aversivos más que positivos.
A diferencia del paciente con deseo sexual hipoactivo (bajo deseo), el paciente con esta aversión no es ni proceptivo ni receptivo y siente aversión y repugnancia, o miedo, por todo lo que tiene connotación sexual (aunque sólo sea en la imaginación).
Las causas inmediatas de los trastornos del deseo sexual son atribuibles a un proceso de aprendizaje disfuncional
En el caso del trastorno del deseo hipoactivo, la ansiedad por el desempeño (o miedo al fracaso) vincula los sentimientos y sensaciones sexuales con miedos previos a la pérdida.
Esta ansiedad se produce al inicio de la respuesta, cuando el sujeto anticipa el pensamiento sexual, del que se defiende suprimiéndolo mediante el procesamiento de pensamientos antagónicos negativos, lo que se traduce en una disminución del deseo.
La ansiedad de desempeño puede ser generada por factores individuales que afectan solo a uno de los dos miembros de la pareja (fuertes convicciones religiosas, personalidad obsesivo-compulsiva, trastornos de identidad de género, fobias sexuales específicas, miedo al embarazo, síndrome del viudo, preocupaciones por el envejecimiento, factores de estilo de vida como el estrés y cansancio) o por factores relacionales (falta de atracción por la pareja, escasas habilidades sexuales de la pareja, diferencias en el grado de cercanía mutua óptimo, conflictos maritales, incapacidad para fusionar sentimientos de amor con deseo sexual).
En el caso del trastorno de aversión, la ansiedad está ligada a una fobia al sexo.
Se asocia, más o menos casualmente, con aspectos específicos de la sexualidad y/o del coito.
Una vez que la reacción de ansiedad se ha condicionado a ciertos estímulos sexuales, la persona tiende a evitarlos cada vez que se presentan, para no experimentar la activación de la ansiedad que se percibe como subjetivamente desagradable.
El condicionamiento original que da lugar a esta asociación puede tener varios orígenes: actitudes negativas de los padres hacia el sexo, resultantes del condicionamiento cultural, trauma sexual (violación), presión constante experimentada durante una relación de larga duración, confusión sobre la propia identidad sexual.
El tratamiento de los trastornos que cursan con disminución del deseo sexual, tanto masculino como femenino, debe incluir, especialmente en lo que se refiere al trastorno del deseo hipoactivo, una fase de terapia cognitiva dirigida a reestructurar las creencias disfuncionales sobre la sexualidad que mantienen el trastorno.
Se intenta motivar al paciente para que resuelva el problema haciéndole una valoración en términos de costes y beneficios y haciéndole consciente de las emociones negativas que asocia con el sexo.
Se exploran las causas de la disminución del deseo, se hace que el paciente aprenda estrategias para hacer frente a la ansiedad y, finalmente, se intenta inducir la pulsión con exposición gradual a todos los estímulos ambientales que inducen sentimientos sexuales.
Solo después de dicha terapia cognitiva, los pacientes pueden beneficiarse de los procedimientos tradicionales de terapia sexual, como la focalización sensorial, que implica ejercicios de contacto sexual físico.
Para este trastorno de aversión, en cambio, el tratamiento de elección consiste en una exposición gradual que lleva al sujeto a situaciones 'sexuales' ansiosas que se vuelven cada vez más intensas y, por tanto, capaces de inducir respuestas de ansiedad crecientes.
En cualquier caso, es necesario explorar y reelaborar aquellos factores evolutivos o traumáticos que pueden haber contribuido a la asociación entre sexualidad y emociones negativas.
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